
Sevilla, a 12 de noviembre de 2023
La Orden de San Juan dedicó su templo prioral a la advocación mariana de Nuestra Señora de la Encarnación y para presidirlo ordenó esculpir, a principios del siglo xiv, una imagen de madera labrada, de 71 cm de altura. .
El poblado de Setefilla tenía pues una iglesia prioral dedicada a Nuestra Señora de la Encarnación, cuya imagen presidía desde el altar los actos litúrgicos y de devoción de los habitantes del poblado serrano.
La población de Setefilla era sencilla: ganaderos, labradores, pequeños propietarios y algún artesano. Dado que los propietarios de fincas y ganados vivían en Lora, el poblado siempre orbitó alrededor de la villa loreña, de la que dependía en lo civil y eclesiástico. La devoción trascendió a Lora, y así consta en muchas actas del Cabildo municipal loreño, la más antigua de la que se dispone, del 2 de abril de 1551 recuerda el voto que se tiene desde antiguamente y que consiste en ir perpetuamente y para siempre cada año en procesión desde esta villa a Nuestra Señora de Setefilla el día de la Encarnación de Nuestro Señor. En otra acta del 1 de abril de 1581 habla de la particular devoción de los vecinos de esta villa como de otros lugares comarcanos a la misma Virgen de Nuestra Señora.
La vinculación de Lora, a través del voto, tuvo lugar porque esa imagen de Nuestra Señora de la Encarnación tenía fama de eficaz instrumento de gracias y gozaba de mucho prestigio. Y si añadimos, que la Iglesia Mayor de la villa de Lora estaba aún en construcción era imposible que Lora del Río vertiera sus devociones sobre otra imagen más cercana. En lo sucesivo, Lora acude a la Virgen cuando se encuentra amenazada ante una sequía o una epidemia.
Durante el siglo xiv Lora tuvo sobrados motivos para realizar el voto, ya que las epidemias hicieron entonces verdaderos estragos: la peste negra, bubónica, son suficientes motivos para que Lora del Río se declarara vasalla de la Virgen de Nuestra Señora de la Encarnación de Setefilla.
A mediados del siglo xvi Lora se convierte en principal depositaria de la devoción, porque Setefilla había dejado de existir como poblado por la escasez de agua, no era posible la agricultura por la orografía del terreno, y todos eran ganaderos que residían en Lora. A su vez, Lora crecía y tenía comunicación con Sevilla, ciudad en apogeo por sus relaciones con América
De esta manera, con los setefillanos en Lora se robusteció la devoción de la Virgen que, sin embargo, siguió en su santuario ya que la Orden de San Juan decidió mantener abierta la iglesia Prioral de Setefilla y siguió residiendo un cura-prior casi siempre formado capellán del Convento sanjuanista Santa María del Monte de Consuegra, en cuyas manos quedó el Beneficio eclesiástico de la ermita.
El hecho de que Lora se convirtiera en promotora principal del culto, trajo consecuencias y cambios. El primero fue la manera de nombrarla. Los setefillanos llamaban a su Patrona, Nuestra Señora de la Encarnación, por estar dedicada a este misterio la iglesia prioral, sin embargo, los loreños empezaron a referirse a ella con el nombre del lugar en que era venerada, es decir Setefilla, sin pretender crear con ello una nueva advocación mariana. Así, los primeros loreños que acogieron a los emigrantes setefillanos si sabían perfectamente que Nuestra Señora de la Encarnación y la Virgen de Setefilla eran la misma imagen, pero sus herederos se olvidaron que Setefilla era el nombre de un pueblecito abandonado de la sierra y se le consideró propio de la Virgen.
A partir de este instante, Nuestra Señora de la Encarnación pasaría a ser Nuestra Señora de Setefilla, como ocurrió en otros muchos lugares
Fuente. Hdad Mayor de la Virgen de Setefilla